jueves, 18 de junio de 2009

SIN DOMICILIO. Última Versión. 2008-2009

... palabra sin domicilio,
palabra que gime, con genitales
palabra que ignora ser palabra
roja, tal vez negra,
palabra sin esperanza
palabra dura como la semilla del aguacate
palabra de hierro y aluminio
de acero y cemento
de árbol y jazmín

vértigo vital de la palabra visceral,
vitral rojo de tu casa de campo, vaginal, sexo de amapolas francas

fraguar, urdir un instante en el pulmón de esta vida
es abrir realidades que saben lo que es el tiempo
respiración, urgencia de cientos de órganos

la luna alumbra la espalda de los montes nevados
su luz rasgada por las navajas negras de los pinos
y la asmática gime como un asno desesperado

el sol que se enroscó y se olvida pintó sombras mortecinas
sobre la carretera que atravesamos a 120 kilómetros por hora

hay fumarolas en la boca
hay humo y fuego bajo el sartén de una india
hay un eclipse de teflón que duplica la neblina etérea de las cumbres

hay tumores cancerosos, presencias que escupen pedazos de pulmones como fósiles de piedra enterrados en lecho del mar

la tierra se crispa y se sume en el saber

viaja sin saber a donde como la palabra

roja la reja de la idea,
sufre y envejece, estéril y artrítica,
se retuerce con ojos oblicuos
te mira, se ríe, risa amarga y sabia que sabe e ignora,
risa de palabras
se escapan entre sus manos,
el hueso tergiversado del tiempo les otorga forma

Sin domicilio
tengo tantos

nuestras vidas atascadas de domicilios
como la corteza de un árbol tapizada de rojo por mariposas antes de partir

calles y números, sábana y cortina, almohada y piel,

la cocina y la recámara se transforman en templos de sacrificios diarios

volvemos a ser básicos,
sin pensamientos me siento desnudo en el excusado frente a la ventana con vista al sol. El sol se eleva sobre las azoteas

Llegué a conocer un domicilio frente a la jacaranda
Alejandro a los nueve años se abrió la frente ahí con una piedra
brotaron cascadas de sangre, soles de miradas, vientos enterrados
en los ojos de su abuela la portera

cicatrizó la frente de Alejandro
cortaron la jacaranda con sierra eléctrica
ausencia de flores purpura
el rostro de la portera cuarteado y sus cabellos lisos y blancos

conocí jardines donde crecieron los picos blancos de los alcatraces y graznaron
graznidos erizos que arañaban las páginas de las noches

sin sol y sin luna

Pepe, esquizofrénico, se quitó el pato blanco que le colgaba de la cintura
y desnudo, velludo, como una malesa de vellos se defecó por los pasillos de la casa

las tías lo amarraron a la silla ortopédica de la sala
como yunque lo encontraron de cabeza y con la silla encima

ríe, ¿Porqué no?

Ejército de palabras y dias de paz porque los hay
azules como la amplitud cruel del cielo en el desierto
Sonora al sur, al norte las chimeneas nucleares
la vida con su centro partido,
eructos de patriotismo y ejércitos de palabras
que construyen murallas de arcilla

el poder del estado y el individuo sin poder

mensajes incompletos, desechos verbales en las pantallas azules de un café cibernético

hay que celebrar lo que no se habla
lo que otorga forma a lo que no se habla
esta raza de palabras que te estrechan las manos,
que empapan tus ojos y les llamas vida

Bajo las calles y avenidas el metro subterráneo,
la linea de transporte azul es arteria que corre bajo el suelo del zócalo,
es ataúd movil con gargantas humanas que ríen y pechos que sudan

Me dijo un familiar:
Nací sin padre. Mi madre se sentó y me escupió al mundo.
mira mis piernas de pájaro, mis ojos de trapisondista

Me dijo, no tengo domicilio.
Le dije, no tengo domicilio.

Llegaste mujer a un instante,

ensortijaste tus manos en mi pecho buscando la raíz de mi vida y sin saberlo la encontraste latiente y dispuesta

arruga naciente a la orilla del parpado
voz de niña, pechos pequenos y caderas anchas de madre
los ojos un par de lagunas azul cobalto

Llegaste a un breve tiempo y destiempo que llamamos casi nuestro

Nos esperamos en la congestión de destinos de las salas en los aeropuertos

Vivimos desnudos las turbias depresiones de un verano y sus relámpagos

Estas palabras de atardeceres fríos llevan vientos que arrancan las letras del invierno

Te confesaré algo sobre las residencias de cemento y ladrillo, de sus actas,
yo no les hablé de tí cuando los soles de las tardes se doblaron como hermanas empujadas por el oleaje del tiempo

gota de ausencias
gota de encuentros

gota de lodo y sangre

Los mercados por la mañana están salpicados por el alba de cientos de voces,
de cientos de apetitos y un hambre con mil bocas,
y sobre su dilapidar continuo
tus miradas silenciosas y tu brazo como sabia víbora enredado sobre la rama de mi brazo

tu silencio me dijo:

ama

y amé...
y mis recuerdos de nosotros se tornaron en un par de heridas abiertas

Aquí lo sucio y el derroche continuo se sientan en bancas angostas,
rozan la piel, compiten por espacio el muñeco de plástico y los pedazos de res,
el miembro arrancado y la cabeza de un cerdo sin ojos, la galeria culinaria,
nos alimentamos entre todos,
el cuchillo y la carne desollada,
el licuado, la fruta madura, la hierba verde y la seca
el maíz y su calvicie de semillas amontonadas como cráneos frente a una pirámide
donde emanan mitos de concreto, de dinero, edad y pareja

Esta palabra deshilvanada tiene sangre, pensamientos y aliento,
sabe a olvido, a escape de automóvil, a mugre y amor

Esta palabra me habló, me amarró a un viento oscuro

se pierde en la noche de los que quedan y los que se van

palabra que duele,
nos recoge en sus puños de asfalto
nos da forma, palabra tras palabra,
en la repetición de las fábricas
en el laberinto del dígito
en las copas de los árboles
y en las raíces rojas que cuartean
las calles de nuestras vidas

palabra que busca cerrar el círculo que empezó con la concepción.

- Andrés Orlowski. Nuevo México, Arizona, México D.F. 2008-09