Tras la puerta de tu recámara el perro ladró y gimió sin saber porqué
II
Me dijiste que mi rostro se quebró y agitó,
que un miedo hondo y hueco cubrió mi mirada
y te hizo sonreir mas tarde
mientras su calor te mojó la entrepierna.
Te dije que tu boca abierta era una sombra,
que tu voz era un puente colgante sobre el arrecife,
que tus gemidos agudos y oscuros fueron
el retorno al precipicio y al caudal
de la piel
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